Una
noche encontré al viento. El viento era fresco, tierno, lacerante, desconocido,
fascinante. No sabía yo, de
Huracanes o ciclones, solo de brisas y de Suaves remolinos, así que cual cometa
me lance para volar suspendida entre sus
brazos. Él era viento suave y prometedor, y
yo, yo tan solo quería volar. Así abrazados
vueltos una sola piel despegamos, en medio de una aventura extraordinaria que
nos llevó unidos a transformar nubes en lloviznas, lloviznas en aguaceros
refrescantes, animados arcoíris, oleajes impenitentes en las costas de mares y océanos
lejanos. Y así viento y yo nos fuimos amando por el mundo, compartiendo un amor
eterno, extraordinario, un amor, que nunca, nunca he olvidado.